Desde hace 39 años un grupo de personas peregrinan desde el pueblo de Canyet, Badalona (España) hasta el antiguo monasterio de Sant Jeroni de la Murtra. Una hora de recorrido por entre el bosque mediterráneo hace del paso plegaria contemplativa. La cita es un sábado del mes de mayo. Y el destino final, la imagen de Santa María de la Claraesperanza que se encuentra en el antiguo cenobio gótico.
Esta tradición comenzó gracias a un grupo de personas devotas a esta advocación mariana y tomó la forma de Aplec. Esta palabra, de origen catalán, significa encuentro festivo. Aplegar quiere decir reunir con una finalidad. María, en esta advocación contemporánea, se nos muestra el Sábado Santo esperando la resurrección de su hijo Jesús. Claridad y esperanza son dos actitudes que se unen en el corazón de la madre. La muerte no tuvo la última palabra para ella, Jesús había anunciado que seguiría entre ellos, entre nosotros.
Este año, 2022, el ascenso desde Canyet hasta el monasterio de la Murtra fue acompañado por pasajes de la encíclica Laudato si, del papa Francisco. Y por el acompañamiento musical del violinista Gabriel Parra Tsai. El peregrinaje tuvo cinco estaciones. La primera arrancó en las ruinas de la antigua iglesia de Canyet y recordó los comienzos del cristianismo con las primeras comunidades, pero también las comunidades y entidades actuales que se dedican, dentro del mundo del trabajo social, a hacer el bien.
La segunda parada fue ante la cruz de David, un joven que tuvo un accidente mortal en bicicleta hace algunos años. Aquí se hizo memoria de aquellas personas que a lo largo de la historia han muerto dando su vida por causas justas. También se recogió el recuerdo de aquellas personas que han acompañado este aplec y ya están en el Cielo.
La tercera parada se hizo en el lugar más alto del recorrido, contemplando el monasterio a lo lejos y se reflexionó sobre la vocación de soledad y silencio de este antiguo recinto monástico. El cuarto momento del peregrinaje fue dentro de la muralla de la Murtra, en el jardín de San Francisco. Aquí se recordó la vocación ecologista de este santo y la responsabilidad amorosa que tenemos los seres humanos de cuidar la Creación.
Por último, los peregrinos llegaron a la capilla de la Claraesperanza, donde un rato de oración y ofrenda de flores recogidas en el camino, cerró este itinerario mariano. Un año más se une a todos los anteriores aplecs, como un mantra que se repite para llevarnos cada vez más adentro del misterio de la resurrección de Jesús y de la clara esperanza de María en su hijo y en todas las personas que también seguimos sus pasos.
Javier Bustamante Enriquez