Guadalupe Amor (México 1918-2000) publicó en 1953 sus Décimas a Dios. Ella misma introduce su poemario diciendo: “Empecé a escribir estas décimas por necesidad apremiante. Cuidé de que su forma fuese pura, respetando la más clásica tradición castellana. Quizás deseaba yo tratar a Dios con las palabras que él ya está acostumbrado a oír, ya que lo que pensaba decirle era una expresión muy personal para comprometerlo de una manera o de otra”.
En sus décimas, Pita Amor –como la llamaban– le habla a Dios de tú a Tú y a lo largo de las 44 composiciones del poemario se aprecia un itinerario que va de la interpelación que hace a Dios sobre su existencia, hasta la más humilde aceptación de su misterio. Ella misma lo afirma cuando dice: “Estos versos, estos renglones contradictorios, los he escrito en diferentes estados de ánimo; de ahí que oscilen desde la fácil herejía hasta el impaciente misticismo; desde el punto más lúcido de mi mente, hasta el más exaltado latido de mi corazón, pasando por la sombra, pasando por la opaca indiferencia”.
Pita fue tía de la gran escritora Elena Poniatowska, quien en un documental sobre la poetisa recordaba que sus escritos suscitaban cuestionamientos: “Decían que no era posible que una mujer tan frívola los hubiera escrito… y es que sus sonetos eran perfectos”. Si uno acude a la biografía de Guadalupe Amor se encuentra con una mujer controvertida, volcánica, como ella solía afirmarlo. En la misma introducción de sus Décimas a Dios se autocalifica: “Yo soy un ser desconcertado y desconcertante; estoy llena de vanidad, de amor a mí misma, y de estériles e ingenuas ambiciones. He vivido mucho, pero he cavilado mucho más; y después de tomar mil posturas distintas, he llegado a la conclusión de que mi inquietud máxima es Dios”.
Inquietud. Resuena en mí esta palabra al asociarla a Dios. Muchas personas que buscan a Dios por muchos caminos desean encontrar en Él quietud. Sin embargo, Dios es también una relación personal y la experiencia que tenemos de Él es intransferible. Para Pita Amor Dios fue su inquietud máxima. Aquél que la mantenía inquieta, que despertaba en ella el deseo de verlo, de tocarlo, pese a los límites de lo humano.
En las décimas que Pita escribe a Dios no hay blanco y negro, sino una enorme gama de grises que van dando cuenta de su paisaje interior. Como el de cualquier persona. Sólo que Pita, como lo afirman quienes la conocieron, no tenía censura y en su poesía liberaba todo aquello que sentía y pensaba.
Por último, quiero compartir dos de sus poemas contenidos en sus Décimas a Dios (tercera edición a cargo de Fondo de Cultura Económica: México, 2018).
Dios será la salvación,
pero es difícil hallarlo
porque no basta heredarlo
y pedirle comprensión.
Hay que abrirse el corazón
y las entrañas rasgarse,
y ya desangrada, darse,
olvidándose de todo.
Hay que buscarlo de modo
que Dios tenga que entregarse.
Antes te quise visible,
constante en mi inteligencia,
deseé tu fija presencia
y que fueses infalible.
Hoy te concibo intangible,
tan sólo una sensación
que adormece la razón,
y por instantes contados,
eres latidos aislados
que arroban el corazón.