La imagen de la vela nos puede ayudar a interiorizar las palabras de Marcos. Una vela apagada no cumple su función, no ilumina. Cuando se la enciende es cuando, por más pequeña que parezca su flama, alumbra a su alrededor, creando calidez y ayudando a ver. Cierto que la vela, a fuerza de estar encendida, se acaba. Pero, para efecto de lo que nos sugiere Marcos, no nos fijamos tanto en la materialidad de la vela, sino en su función de estar encendida y velar, es decir: vigilar, ver.
En el capítulo 13 del evangelio de Marcos, cuando nos habla de velar, nos anima a estar atentos a la venida de Dios. El ejemplo que pone es el de un hombre que marcha dejando al portero encargado de que velara. El regreso será inesperado, ante lo cual el portero ha de cumplir su función y estar atento a la llegada del señor de la casa en todo momento.
La palabra latina adventus significa “llegada”. Es por eso que, al periodo previo a la Navidad, a la conmemoración del Nacimiento de Jesús, se le llama Adviento. Nos preparamos para la llegada. ¿Cada año llega Jesús? No. A cada momento Jesús está llegando a nuestra vida. Y es una llegada no que viene de fuera, sino una toma de consciencia de que Jesús está presente en mi vida. Y, en Jesús, la dimensión trascendente de la existencia. La unión de lo material y lo inmaterial.
El velar al que nos invita Marcos es ese esperar lo inesperado en cada momento. La vida en sí es un misterio, algo fascinante y a la vez extraño que nos ha tocado como un regalo, como algo no pedido. Jesús es ese misterio que llega a mí, que se me desvela si voy por la vida con los ojos del corazón abiertos, dejándome sorprender positivamente.
Cada persona somos el o la portera de nuestra vida, velamos por ella. Esta actitud nos mantiene a la puerta, listos para dejar pasar a Dios cuando llegue. Dejar pasar, no como dejar que pase, que se nos vaya, sino: dejar que nos pase. Este Adviento seamos conscientes de que Dios nos pasa, nos sucede, no nos es ajeno. Contemplemos el paso de Dios por nuestra vida, contemplando que en todo lo que nos pasa Dios está presente.
Javier Bustamante Enríquez