Todas y todos tenemos presente el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces en el Evangelio de Mateo. Cinco panes y dos peces para miles de personas. Parece una alusión al minimalismo, con poco se hace mucho. En este caso, es claro que nos encontramos ante un simbolismo y que el evangelista quería transmitir algo importante al situarnos ante un hecho tan descomunal.
Si retrocedemos un poco, en ese mismo capítulo, nos encontramos con el momento en que a Jesús le dan la noticia de la muerte de Juan el Bautista. Recordemos que fue decapitado en prisión. Jesús, ante la noticia, decide retirarse solo a vivir su duelo. Juan, su amigo y precursor en el anuncio del Reino. Juan, que invitaba a la conversión y era un hombre de desiertos.
A Jesús, el retiro le dura poco, porque a donde fuere le esperaba una multitud que iba en busca de su mesías. Jesús, nos lo cuenta Mateo, no se encierra en sí mismo, sino que se compadece de esas personas que se habían trasladado al descampado para verle, para escucharle hablar del Reino, para pedirle… Pero, ¿qué es la compasión? Es compartir la pasión de la otra persona. Si lo buscan es porque lo necesitan. Y Jesús responde.
Estamos viviendo a nivel mundial una época de duelo, de pasión. Hemos perdido la salud, entre muchas otras cosas. La pandemia es sólo uno de los síntomas de tantas enfermedades que como especie venimos arrastrando. Enfermedades físicas, sociales, económicas, antropológicas, existenciales, que repercuten en toda la Creación. Hemos de detenernos, retirarnos cada quien a nuestro lago interior y hacer silencio y soledad. Y allí escuchar a Dios y escucharnos a nosotros y nosotras mismas. Contemplar qué estamos haciendo con nuestras vidas.
Pero, importante, no quedarnos encerrados. Sabemos lo que es un confinamiento. Hacer soledad y silencio no es un acto de miedo o una precaución ante un peligro. Retirarnos a estar con Dios y con uno mismo es un acto de plena libertad y responsabilidad. Y cuando hemos llegado a fondo, cuando hemos tocado a Dios y nos hemos dejado tocar por Él, el sentimiento siguiente es de salida, de ir al encuentro de la realidad llevando esta Buena Nueva encontrada en la soledad y el silencio.
Por este motivo, para Jesús no es difícil encontrarse con las multitudes y entregarse a ellas. Él ya viene saciado de estar a solas con Dios. Su vida es el Cielo en la tierra. Por eso la Multiplicación de los panes y los peces es una gran fiesta, una gran eucaristía, una emotiva acción de gracias. Gracias por compartir la salud de los enfermos, que en el fondo es la reconciliación con la propia realidad frágil. Gracias por todo lo que viene de Dios. Gracias por el don de la vida compartida, de ser unos para los otros.
Por este motivo hay saciedad y sobreabundancia. Las personas se sientan sobre la tierra: comparten la misma realidad. Se serenan y se sienten iguales. El milagro es que todas y todos aceptan su realidad tal y como es: la propia, la de los demás, la de los recursos que hay y que tienen que alcanzar para todos.
Demos gracias por el momento histórico que pasamos que nos ayuda a vivir a toda la humanidad en igualdad de condiciones. Y abrámonos a la compasión de unos hacia los otros. Vayamos a las raíces de nuestras enfermedades, contemplemos nuestra fragilidad y abracémosla para que seamos capaces de encontrar soluciones para un nuevo equilibrio.