Continúo con la trama de ese hermoso tapiz que son las 22 historias clínicas de realismo existencial (Edimurtra: Barcelona, 1985), de Alfredo Rubio de Castarlenas (Barcelona, 1919-1996). Este es un libro de filosofía que, escrito por un médico, cobra la forma de informe clínico. Es un libro de testimonios que muestra la urdimbre de la existencia humana.
En esta sección de Historia, me he tomado el atrevimiento de correlacionar cada historia clínica del texto con un aspecto o acontecimiento de la Historia (con mayúscula). Las consecuencias que se extraen de leer la Historia desde las claves del realismo existencial (la filosofía que subyace al libro), son enriquecedoras.
Proseguimos con la Historia tres. Nos habla de Martín, un joven de 22 años, que, a pesar de su corta edad, se considera un ex-todo. Esto puede traducirse en que lo ha probado todo y todo le ha decepcionado. En palabras de él mismo: “No tengo por qué alegrarme del modo de ser de mis padres; aunque fuera bueno, ¡si es que lo bueno es algo! No me importa tengan defectos o cualidades que hayan sido condiciones afortunadas para mi nacimiento, porque yo, sencillamente, odio haber nacido. No acepto la vida. Es una vacía estupidez. Me rebelo a existir”.
Esta respuesta tan contundente nos da muchas claves para entender nuestro presente, lo que podríamos llamar Historia contemporánea. La primera palabra de Martín es “No” y es la que más se repite. La negación de la vida, o mejor dicho la negación hacia la vida. “Me han hecho existir sin yo pedirlo ni desearlo”. ¡Cuántas veces, sobretodo en nuestra adolescencia y juventud, hemos transitado este sentimiento!
Existe un desencaje entre lo que deseamos y lo que es. Entre el mundo interior con sus posibles y el mundo exterior con sus imposibles. En realidad, interior y exterior son una continuidad. Establecer un límite ayuda para dar forma y contención a lo que somos, pero no nos separa de nuestro entorno.
Dicen algunos estudiosos del desarrollo humano que la palabra No es de las primeras que aprendemos y nos sirve para darnos autonomía. Cuando al niño o niña pequeña le ofreces algo y te contesta con un no, no es que no lo necesite o no lo desee, sino que está intentando ser autónomo con respecto de los seres que lo han originado o lo cuidan. Es una forma de diferenciarse de ellos.
Este No a la vida por parte de Martín es una forma de comenzar a aceptar su realidad limitada e interdependiente. Aunque no le guste el mundo en el que ha nacido, forma parte de él. Aunque reniegue de su historia, él es consecuencia de ella.
¿Cómo podemos trasladar el sentir de Martín con respecto a su historia, al sentir que tenemos como personas o como pueblos con respecto a nuestra Historia?
Si hacemos una lectura global de la Historia que nos ha traído hasta este siglo XXI, seguramente nos salta a la garganta un No rotundo como el de Martín. Provenimos de muchas atrocidades del pasado. Sin embargo, estamos aquí. No podemos rebobinar los acontecimientos, ni des-existirnos. Sólo hacer una inmersión lúcida para tomar una posición.
Negarnos al pasado es negarnos al presente. Esta negación puede ser válida como punto de partida. No estar de acuerdo con las atrocidades del pasado es una manera de decir: no estoy de acuerdo con que se repitan cosas así. Sin embargo, esto no las borra. ¿Cómo convivir con la idea de que provenimos de ellas? Y lo que es más importante y también más difícil: ¿cómo tomar una sana postura ante ellas y trabajar porque lo que de ellas hay en nosotros, su información en nuestro ADN, se transforme y no se haga repetible?
Un punto importante es tener consciencia de que ha sucedido algo en lo que no estoy de acuerdo, pero que es parte consustancial de mi existir. Por ejemplo, una guerra civil, el dominio de una cultura sobre otra o, más de cerca, ser hijo de la unión de dos personas que no se conocían lo suficiente y cuya relación fue un fracaso.
Esta consciencia me ayuda a tomar una distancia del hecho para poder observarlo con mayor objetividad, comprender las razones históricas y emocionales que lo ocasionaron y poder tomar una postura ante ello que me deslinde de responsabilidades. Eso puede hacerme ver que soy responsable de los actos que produzco yo, no de los que me produjeron.
Este gran paso me ayuda a dar el salto cualitativo del “No quiero existir” al “Porqué no, si yo no soy culpable”, hasta llegar al “Sí, esta es mi vida, mi única oportunidad de vivir”.
La Historia –se dice rápidamente– la escriben los vencedores. Esto es cuestionable, ya que depende de dónde leamos dicha Historia y si nos quedamos con esa versión. No hay una sola versión de la Historia, sino actores y vivencias entorno a dicha Historia. Y cada quien tiene su visión de ésta. Martín tenía su No, por algo sería.
Según cuenta Alfredo Rubio en su libro, llegó a sugerir a Martín –para llevarlo al límite de su argumento– que porqué no se quitaba la vida si estaba tan en desacuerdo. Dejó de verlo y al cabo de un tiempo volvieron a encontrarse. Martín, obviamente, no se había suicidado y en cambio, sí, se había vuelto menos radical y menos amargo.
A la Historia también se le debe dar su tiempo para que pueda enseñarnos a pasar de un No a un Sí.