Seamos el mejor pasado posible

Cuántas veces escuchamos que los presentes estamos escribiendo la Historia. Y es verdad, pero con frecuencia se convierte en una frase hecha si no nos detenemos a pensar en el realismo que contiene.

En esta sección de Historia, continuamos avanzando en la lectura del libro 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial, de Alfredo Rubio de Castarlenas (Edimurtra: Barcelona, 1985). Hemos llegado a la historia nueve y esta nos aporta una excelente clave de lectura de la Historia con mayúscula. 

Nuestro guía en el recorrido del libro, el Dr. Alfredo Rubio, nos invita a escuchar a Octavio, mexicano de 37 años, casado y con tres hijas. Octavio se preparaba para ser ministro religioso cuando decidió casarse con una amiga que conocía desde la infancia. En una comida familiar Octavio comparte con Alfredo conclusiones de un alto contenido realista existencial. 

Octavio apunta que, gracias a que se casó con Zoe, pudieron nacer sus tres hijas, era la única oportunidad de esas tres criaturas de ser y de ser quienes son. Pero también reflexiona Octavio: si hubiera decidido no casarme y continuar mi camino ministerial, Zoe se hubiera casado con otra persona –posiblemente– y hubieran nacido otros seres humanos.

Llegado a este punto, prefiero citar la conclusión central de Octavio porque habla por sí sola. “La consecuencia es: lo que elijamos en el presente lo hemos de determinar pensando preferentemente –quizá mejor, exclusivamente– en el mayor bien que esa elección pueda proporcionar a los ya existentes. Pues los que de hecho existan en el futuro, gracias –directa o indirectamente– a lo que hayamos realizado, se alegrarán de que hayamos hecho eso –sea lo que sea– y no otra cosa, ya que así se ha producido su única posibilidad de existir”. 

El futuro no existe, es otra frase hecha que viene a colación con este tema. No existe en el sentido de que aún no lo estamos viviendo ni sabemos cómo será. En todo caso es una pre-dicción, un augurio, una buena intención. Pero, como tal, no existe. 

El futuro será consecuencia directa del presente. Pero es el gran desconocido. Para muestra de ello, situémonos a comienzos del 2020, cuando se difundía la noticia de la epidemia de Coronavirus19. ¿Quién podría decir que de epidemia pasaría a ser pandemia y que tendría las consecuencias que está teniendo? Epidemiólogos y expertos de todo tipo fueron lanzando sus prospecciones, pero en ningún momento nadie podía decir cómo se desenvolvería exactamente el panorama mundial. Ni nadie puede hacerlo ahora, a un año del comienzo de esta crisis mundial.

A principios del 2020 “el futuro” que hemos vivido posteriormente durante todo el año no existía. Pero, por otro lado, podemos decir que ya se estaba escribiendo porque a nivel mundial se daban las condiciones para que el virus se expandiera como lo ha hecho. 

Octavio nos sugiere con sus conclusiones que pongamos énfasis en las personas presentes, que son las que ya existen. Las decisiones sociales, políticas, económicas, se han de tomar en base a las personas actuales, obviamente sin hipotecar el futuro de las generaciones que vengan después, pensando sobretodo medioambientalmente.

Si actuamos pensando en el bien de los presentes, por consecuencia este bien redundará en el bien de las personas que nazcan en el futuro. Si, por el contrario, las decisiones que se tomen en el presente se hacen pensando en las generaciones futuras, se descuidará a las presentes, quienes son la semilla de las futuras, cuya existencia depende de las presentes…

“Que si has de casarte, me preguntas. Yo te respondo: Haz lo que quieras. Pues hagas lo que hagas, te arrepentirás”. Esta frase de Sócrates, expresada en tono negativo, en Octavio, el de la historia de Alfredo Rubio, adquiere una connotación positiva porque para él casarse o no casarse engendra vidas nuevas, las cuales tendrían la libertad de agradecer una u otra decisión. 

La Historia, con mayúscula, por definición estudia hechos consumados, ya pasados. No es que a la Historia como disciplina le ocupe los presentes. Pero los presentes sí que debemos ser plenamente conscientes de que somos consecuencia de unas personas “anteriores” que en su momento fueron presentes. Las decisiones que tomemos ahora han de ser por “el mejor bien” de los presentes, de los que existimos, ya que esto se convertirá en “el mejor pasado” que pudieran haber tenido los que vendrán después. Sean quienes sean los que nos sucedan.

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