Contemplar la belleza de todo
Cuando contemplamos la vida desde el silencio y la soledad podemos estar más cerca de ella, apreciar la belleza de las personas, el porqué más profundo de sus actos. También somos capaces de contener el dolor de las injusticias y hacerle frente, no desde la rabia, sino desde la compasión y la caridad. Contemplar la belleza de una obra de arte, de un paisaje, de una persona, es descubrir que la belleza también mora dentro de uno mismo. Como cuando leemos un libro que nos inspira a ser mejores o escuchamos la risa de un niño.
Dostoyevski decía que la belleza salvará al mundo. Yo estoy de acuerdo, porque para descubrir la belleza de la vida hay que saber hacer silencio y estar solo. Y el silencio puede salvar al mundo, ya que es fuente de paz y clima propicio para la belleza. Cuando uno hace el ejercicio de contemplar, de hacerse “uno con la realidad”, entonces se llega al porqué de esa existencia. Aunque, ciertamente, lo que es bello para unos, para otros no lo es. Pero, creo que, más allá de ser un término estético subjetivo, todo lo que existe ya tiene un grado de belleza.
Crear desde la soledad y el silencio
No toda obra de arte nace de la soledad y el silencio o de una reflexión o contemplación de la realidad. Sin embargo, creo que cuando la soledad y el silencio son el germen de la obra, es más probable que inviten al público al que se ofrezcan a acercarse a experiencias de soledad y silencio.
La persona que crea, cuando es capaz de escucharse, de escuchar a la sociedad que la conforma, de escuchar a la naturaleza, de escuchar su dimensión religiosa, también se vuelve un ser más universal. Cuando uno sale de sí mismo, puede situarse en el lugar de los otros y entender un poco mejor su manera de percibir la realidad. En este sentido, su obra llegará con más claridad a más personas sin importar el gusto de ellas, porque en realidad les estará hablando de la vida que compartimos todos, más allá del lenguaje que ocupe.
Las sociedades actuales producen dispersión, fragmentación de la persona, sensación de falta de tiempo… Creo que, por el contrario, el silencio y la soledad congregan, unifican a la persona que los practica. Un compromiso social del artista en nuestros días es, justamente, acompañar a las personas a las cuales ofrece su obra a que entablen vínculos realistas y bellos con la vida que compartimos.
Esto implica para el artista recorrer caminos de soledad y silencio y, con su obra, invitar a más personas a hacerlo. Tarea que le llevará toda la vida. A acciones como ésta se refiere aquella frase tan conocida: “dar la vida por los demás”.
La soledad y el silencio no son una meta o una finalidad en sí. Son un medio, un camino que nos llevan al encuentro con la humanidad (la nuestra y la de los otros), con la creación en su conjunto, con la divinidad, con la libertad.
Una anécdota que conecta arte con silencio es la que cuenta Lluís Permanyer: “Primeros de siglo, Bruselas, Théatre de la Monnaie. Primera parte y mucha gente tose, incluido el director. Para la segunda parte tiene programado a Bach. Visto el ambiente, Pau Casals pregunta si es posible cambiarlo. Ante la negativa, sale al escenario. Al comprobar que prosiguen las toses, interrumpe el concierto y dice: ‘Señores, yo también estoy resfriado y necesito toser, pero por respeto a Bach y a ustedes, me abstengo. En adelante, les ruego que por respeto a Bach y a mí, ustedes también se abstengan de toser’. El silencio, hasta el final, fue milagrosamente absoluto”.
Es cuestión de invitar a las personas a hacer silencio y se producen milagros.
La interdisciplinariedad artística
La manera de acercarse a la realidad es muy personal y biográfica. Cada disciplina y cada ciencia aportan diferentes datos de la realidad. Por eso, la interdisciplinariedad es el reconocimiento de lo limitado que es el saber parcelado y la importancia del diálogo de saberes y quehaceres.
Con la interdisciplinariedad en el arte pasa igual. De hecho, en el origen las artes estaban muy unidas. La poesía nació del canto, iba siempre acompañada de música, era música. La ópera, que ya cuenta con algunos siglos, une música, poesía, teatro, danza, escenografía, vestuario. Y ahora, cada vez se tiende más a explorar nuevas combinaciones de disciplinas artísticas: la tecnología digital está aportando nuevas posibilidades más allá de los libros, como son acciones poéticas o performances, recitales públicos, combinación de poesía e imagen en muchas experiencias de vídeo. También las migraciones humanas están generando nuevos lenguajes.
Ante la cantidad de lenguajes tan diversos, producto de las diferencias culturales, de intereses y generacionales, que muchas veces nos llevan a la incomunicación, ojalá el arte pueda crear imágenes y lugares comunes que puedan ser puentes.