Ubi es una palabra latina que quiere decir donde. Por eso una ubicación es un dónde, un lugar. Ubicarse es “dondearse”.
Desde hace días, algunas personas hace semanas y, otras, meses, estamos ubicadas en nuestros domicilios. Es una ubicación peculiar llamada confinamiento y que, por momentos, causa des-ubicación.
Sí, desubicación, ya que es una situación nueva que nos ha tomado por sorpresa y poco prevenidos. Desubicación porque nos saca de nuestros lugares habituales y nos pone en el confín, en las periferias de nosotros mismos, más allá de lo que conocíamos. La sensación es como de habernos secuestrado la vida cotidiana, las costumbres, los planes a corto y mediano plazo, la economía… Y lo que es más importante: la seguridad, tanto emocional como física. De pronto todos somos enfermables. Siempre lo hemos sido, si nos ponemos a pensarlo. Pero ahora es evidente y, además, globalmente compartido.
Si hace unos días o semanas nos lo hubiesen augurado, no lo hubiéramos creído. Pero aquí estamos, sin un dónde firme sobre el cual posarnos y entender el presente y prever el futuro. Y también sin poder vislumbrar un cuándo. ¿Hasta cuándo? ¿Cómo quedaremos después? ¿Cuánto tiempo tardaremos en encontrar un nuevo equilibrio? Y el nuevo equilibrio, ¿cuánto durará?
Muchos interrogantes que nos invitan a detenernos, no sólo en ese ubi, en ese espacio doméstico, sino también detenernos en el tiempo. Dejar la carrera loca y apearnos en el tiempo, habitarlo, adquirir consciencia de que somos tiempo.
Espacio y tiempo son dos coordenadas que se intersectan provocando consciencia. Cuando estoy en “el aquí y el ahora”, comprendo que estoy siendo. Pero, si a ese aquí y ahora les doto de cualidad, de profundidad, llego a la soledad y al silencio. La soledad, en su dimensión espacial, es ese dónde que nos acoge. El silencio, en su naturaleza temporal, es ese cuándo que se dilata para mostrarnos lo trascendente.
Por eso, si al aquí lo ubicamos en la soledad y el ahora lo transitamos en silencio, estaremos ahondando en la Vida.
Si contemplamos la realidad que se nos presenta en este comienzo de 2020, percibimos confusión, falta de perspectiva, información contrapuesta. Zozobra… Cuesta mucho ubicarse en el aquí y el ahora. Pero hay que hacer el esfuerzo. Ante este mar agitado es necesario bajar a la profundidad, donde todo es más calmo y el agua no está turbia y permite ver con claridad.
Si nos es posible, hemos de buscar a lo largo del día o de la semana, condiciones para la soledad y el silencio. Quienes están confinados solos o con alguna persona más, es fácil tener espacio para estar sola o solo y poder organizarse para que haya ratos de silencio en la casa. Para quienes viven en familia con hijos menores o muchas personas dentro de un mismo hogar pequeño, la soledad y el silencio son un bien escaso. Pero siendo creativos, puede llegar a formarse el hábito de crear condiciones de silencio y soledad, aún estando acompañados.
Aquí cabe un concepto que es la idiorritmia. Idio quiere decir particular y ritmia hace referencia al ritmo o norma. Uniendo las dos partes, idiorritmia es la capacidad de convivir respetando el ritmo particular de cada persona dentro de la comunidad y, a su vez, respetando el propio ritmo colectivo. Es una modalidad de convivencia que se practica desde muy antiguo, donde las personas se consideraban como ermitaños y ermitañas que viven en comunidad.
Hagamos el esfuerzo en casa –vivamos solos o acompañados el confinamiento– de procurarnos espacios de soledad y ratos de silencio. Los tiempos de crisis son oportunidades de cambio. Y la soledad y el silencio pueden ayudarnos a ubicarnos en el momento presente tanto en el plano personal, como en el comunitario y planetario. Y, desde estas coordenadas, permitir la transformación de aquello que nos pida nuestro interior escuchando el exterior.
En momentos de tanta vulnerabilidad sólo contamos con nuestro hoy. El ayer y el mañana son el horizonte en sus 360º. El foco de la vida es el hoy y, hacia donde me desplace, sus orillas serán el ayer y el mañana que van conmigo. El hoy soy yo. ¡Soy nuestro presente! Soy/somos la Vida. La que se suscita en cada instante.