La palabra “último” engloba muchas realidades. Podemos asociarla, por ejemplo, a aquello que sucede al final de una serie de acontecimientos, lo que concluye una acción. En este caso se enmarca en un sentido de orden, de secuencia. El último de los hijos, la última palabra, el último minuto…
Cuando terminamos de leer un libro, de escuchar una persona, de ver una película, lo último que acabamos de percibir muchas veces nos da la clave para entender todo el conjunto. En este sentido, esperar hasta el último nos da perspectiva sobre las cosas.
Último también está emparentado con “fin”, con finalidad. El sentido último de algo es la finalidad para la cual fue creado. Aquí se enlaza el fin con el origen. Ahondar en las causas últimas de la vida es ir a la búsqueda de su origen, encontrarnos cara a cara con sus límites, tanto iniciales como finales.
“Los últimos serán los primeros”. Esta frase, que procede de raíces religiosas, nos evoca la humildad, el poner los pies sobre la tierra y saber dimensionar los acontecimientos y nuestra implicación en ellos.
“Quien quiera ser primero, que sea último”. Esta es una invitación al servicio mutuo. Si todos somos últimos, si nos colocamos en actitud de acogida, entonces desaparece el afán de ser el primero. La competitividad deja paso a la hospitalidad. Aparece, así, una actitud que el Dr. Alfredo Rubio (Barcelona, 1919-1996) acuñó con el nombre de “ultimidad” y de ella se desprende un verbo: “ultimarse”.
Ultimarse, en este sentido, es elegir el lugar último. Se trata de una decisión libre y muy arraigada en la humildad. Porque no es cuestión de ser el último para después ser ensalzado por esta determinación. Ni tampoco humillarse en un afán masoquista o de autorreproche. Situarse en una actitud de ultimidad nos permite asumir las acepciones que hemos venido mencionando sobre lo que es ser último: tener perspectiva de la realidad, ahondar en la finalidad de lo existente, desarrollar el sentido de la acogida, aprender a ser humilde, asumir el servicio como una manera de relación fraterna.
Importante. También hay que desarrollar la ultimidad hacia uno mismo. Dejar de competir consigo para obtener la aprobación de los demás a costa de falsear la propia imagen. No respetar nuestra naturaleza personal, deseando ser lo que no somos… Ser último, como ya hemos dicho, es ahondar en el origen, dejando que emerja la persona que realmente somos y encontrar nuestro lugar en la vida.
Si nos ultimamos todos, seremos unos para otros acogida y servicio, aceptación de la realidad y respeto de lo diverso. Ser último no es fácil porque implica trabajar con el ego en todo momento, pero cuando consigamos hacer de la ultimidad una actitud de vida, después todo será más fácil, ya que nuestra óptica hacia la realidad nacerá de la cordialidad.