La Murtra, 2008
El sentido de la libertad
Los dedos crecen con el tacto,
el camino se ahonda en la pisada
muda el corazón su voz
cuando exclama:
libertad.
.
El buscador
¿No era aquel el ciego,
el de la vista perdida?
perdida no:
en búsqueda.
.
Los sentidos de la vista
Ciego,
mas no carente de vista:
abro las manos, los oídos, la piel
y veo
leo sobre la superficie del aire
poemas
intuyo en el perfume de las cosas
su color
percibo en el tono de tu voz
el arco de tus cejas
y, a veces, entorno los ojos
ante algún silencio que me deslumbra.
.
La pasión del ciego
Un cuerpo que no ve
es como un rayo atravesando la noche
destaca luminoso,
enérgico,
liberando su naturaleza
entre la tierra y el cielo
bello el ciego en su pasión.
.
Aves
El ciego palpa:
interpreta el mundo que contempla
con las palmas abiertas
canta dichosa su voz invisible
un pájaro se detiene
y sus miradas se cruzan.
.
La grieta
Cada pisada
es la memoria del camino hecho
o, misteriosamente,
la memoria de un camino
nunca antes transitado
la carencia no impide:
abre la grieta por donde se filtra una luz
(como la mano que penetra el agua).
.
El sentido termal
Tanta oscuridad
ilumina mi cuerpo
todos los miembros
me son claros
al moverme noto que
todo el mundo
está radiando sobre mi piel.
.
El sentido de la orientación
Vivo en el universo acústico,
donde las voces son su propio cuerpo
y, los sonidos, señales de vida
que vibran de manera tridimensional
no veo
-como dicen-
pero, desde mi rincón sonoro,
cuando hablas
deshago el camino de tu voz
y te contemplo en ese interior
donde brotas:
hierba mecida por la mano del tiempo.
El poeta ciego
Abro los ojos,
y ahí está mi horizonte:
una hoja en blanco
donde escribo poemas invisibles
poemas dactilares
que narran el universo sensorial.
El sentido del olfato
Cada palabra contiene su olor
como un frasco semántico
que perfuma la realidad
(imagina la sinfonía aromática
de cada conversación).
El sentido del tacto
¿Qué lágrimas pueden surgir
de unos ojos que no ven?
muchas:
tantas como para llenar
páginas en braile
cuando pases los dedos
sobre cada uno de esos puntos salados,
se empapará tu piel de palabras calladas
visibles al tacto.
El urbanista
Trazando caminos a ciegas
nos ha dejado
una ciudad visionaria
apta para quien sueña
con los ojos abiertos.
El sentido de la soledad
El claustro,
la celda,
la soledad
la ceguera es la experiencia
más íntima de aquel monje
que vive como si asistiera
al primer momento de la creación:
“hágase la luz”
y la luz lo miró.
El sentido de la confianza
Confío en tu voz
(el pulmón sabe fiarse del aire)
y me dejo llevar
como la hoja
por la mano del viento.
Quién
Quién da claridad al ciego de nacimiento,
quién le acerca una lámpara,
quién le dice: “eso que ves es luz,
no hace falta tocarla para saber que existe”
quién cierra los ojos
para contemplar con él.
El sentido de la otredad
El otro
es la voz que nace, crece y muere
resonando en la propia existencia.
Atónito
Quedéme con el bastón en las manos
mirando esa voz
en medio de tanto alarido
una oscuridad me sobrecogió.
Lectura
Acaricio el papel:
son palabras
ese vello que se levanta
los silencios se abren
como poros en la celulosa.
Curación
Dos llagas cruzan el rostro
cual dos horizontes por abrirse
pon el dedo sobre las llagas:
que pase la luz,
que llueva,
que los pájaros aniden
que vea, si tú quieres, que vea.
El sentido horizontal
Abrupto y amistoso,
mi horizonte
es el suelo por el que transito
sobre él recala el paso
el paisaje se traduce
en la inclinación que la tierra ofrece
y, de lo verde o lo seco,
es el andar quien sabe
cierra los ojos:
verás un lindo horizonte a tus pies.
Caridad
Es el ciego que no pide nada:
acércate y tiende tu mano
siempre da su palabra
sin mirar a quién.
A más oscuridad, más luz
El ciego abre los ojos
a su ceguera
consigue ver:
verse en ese otro que lo rodea
raíz de la confianza,
videncia comunitaria
(como la flama:
a más oscuridad, más luz).
El sentido del amor
Ese pequeño, que al nacer
abrió los ojos
y sólo consiguió escuchar,
mira al mundo con amor:
desde la sombra fresca
del que no se deslumbra.