Orar es amar

Comentario a Lucas 11, 1-13

Pedir, buscar, llamar. Tres verbos que Jesús sugiere como marco de la oración. Con ello Jesús nos invita a una oración activa. No se trata de sentarse a esperar, sino de orar haciendo. 

Pedir, que implica reconocer que hay un equilibrio roto en mí que quiero recuperar. O que alguien necesita algo y yo pido para que esa carencia se vea resuelta. Buscar, desplazarme, ocuparme en encontrar aquello que me hace feliz. Dios hace el resto para que la búsqueda se vea recompensada. Llamar, hay llamadas tan diferentes y todas son un alzar la voz para ser escuchados y escuchadas. 

Dios atiende, eso es lo que Jesús nos quiere enseñar. Para ello pone el ejemplo del amigo que importuna. “Importunemos” a Dios, al Padre/Madre que nos ama. En su bondad nos atiende. 

Y, termina este pasaje, diciendo que Dios da el Espíritu Santo a quien lo pide. Es toda una progresión: desde pedir aquellas cosas simples hasta darnos cuenta que lo mejor que Dios nos da es su Espíritu Santo, el que potencia las enseñanzas de Jesús. El que nos hace ser nosotros mismos para ser donación para los demás. Tal como es y hace Jesús.

Cuando los discípulos piden a Jesús que les enseñe a orar, les formula unas palabras que salen de su corazón y van dirigidas al Padre. En ellas, primeramente se hace consciencia de una relación especial con Dios: una filiación. Después hay un deseo de formar parte de su proyecto de amor, el cual se concreta en cosas tan cotidianas y tan humanas como el alimento y una buena relación fraternal. Concluye la plegaria reconociendo la fragilidad humana y poniendo la confianza en Dios para convivir con dicha limitación.

Abramos nuestro corazón, recogiéndonos en soledad y silencio, para que nuestra alma pida, busque y llame, pero sobre todo, ame y se llene de Espíritu Santo.

Javier Bustamante Enriquez

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