En el bien se encuentra la verdad

El título de este artículo es la manera en que termina la Historia 21 del libro 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial (Edimurtra: Barcelona, 1985). Como en entregas anteriores de esta sección, buscamos algún paralelismo o enseñanza de las historias que conforman dicho libro como clave de lectura de la Historia. 

En esta penúltima historia del libro, toma la voz Jorge, un joven de 22 años, que sienta cátedra en un tema tan complejo como la verdad. La esencia de su planteamiento es que una verdad abstracta, construida sólo con ideas, se aleja de la realidad. Para él la verdad nace del bien. Lo que para Jorge es un bien contiene verdad. Y lo que es un bien para él, también puede serlo para los demás, de lo cual deriva una verdad compartida. 

Alfredo Rubio de Castarlenas (Barcelona, 1919-1996) compuso el libro a partir de historias reales a las cuales cambió el nombre y alguna referencia más. Como buen médico y formador de personas, de las historias fue extrayendo una pedagogía que le permitía aplicarla a nuevos encuentros con personas. De ahí nació el realismo existencial, una manera de entender y vivir la existencia. 

El joven Jorge, por lo que entre-leemos de la historia, es un vitalista y un realista. Nos invita a alejarnos de los ideales y centrarnos en el bien existente, en el que puede palparse y no sólo pensarse. Su bien y el bien de los demás, su verdad y la verdad de los demás.

En la Historia, la que se escribe con mayúscula y se ha convertido en una rama del saber, la verdad ocupa un lugar central. El que la Historia sea verdadera le da credibilidad social y genera identidad colectiva y sentido de pertenencia. La verdad de un pueblo es su pasado común, el que señala de dónde se viene, cómo sucedieron los hechos que constituyen su manera de ser y quiénes han protagonizado su Historia. 

La Historia, pues, se convierte en originadora y eje. Pero, antes de que exista la Historia se da el hecho que la genera. La Historia nace de la realidad. Para Jorge, su historia nace de su bien. Y su mayor bien es existir. Esto nos conduce a que la Historia nace de la existencia. 

El problema viene cuando la Historia que se va reproduciendo, enseñando en las escuelas, repitiéndose en medios informativos, etcétera, se convierte en una instantánea congelada, en una imagen de dos dimensiones que, al mostrar, oculta. Una idea que deforma y pierde profundidad, convirtiéndose fácilmente en una herramienta manipuladora de consciencias.

En su última intervención, Jorge dice a Alfredo que buscar el verdadero bien de uno equivale a un esfuerzo de sanearse. Es decir, otorga a la toma de consciencia sobre el bien un valor terapéutico. Jorge, de alguna manera, propone tener los pies puestos en la realidad suya y compartida –que es su bien– para poder contemplar la verdad. 

Cuando nos situamos delante de un televisor o dispositivo digital a ver noticias, es imposible saber la verdad sobre los hechos que presentan. Primero, porque en pocos minutos no se pueden abordar temas complejos. Segundo, porque muchas veces se crea una “verdad” a fuerza de repetir lo mismo constantemente, sin saber todos sus matices o cómo evolucionan los acontecimientos. Tercero, porque las verdades que exponen se van alejando de la realidad que dicen expresar, creando titulares recordables que crean estados de opinión no crítica, sensacionalista (de sensación). 

La existencia, la realidad, “el bien”, como prefiere llamarlo Jorge, no se encuentra en lo que exponen muchos de los medios de información. Ciertamente indican que pasa algo, pero es tal la sucesión de imágenes y el salto de un tema a otro, que se banalizan y pierden la esencia de su bien. Se transforman en verdades desechables que generan la falsa sensación de estar informados.

Para conectar con la verdad y, por tanto con la Historia, siguiendo la propuesta de Jorge, hay que conectar con nuestro bien. El singular y el compartido. Pero, ¿qué es ese bien? Recojo una de las frases de Jorge en esta historia 21: “la realidad está llena de posibilidades y sorpresas”. Esto nos acerca a lo que es el bien para él. El bien tiene que ver con su realidad personal y compartida con otras personas, y es un bien abierto a la existencia, dinámico, sorprendente en el sentido de que muestra nuevas cosas de sí. No es una idea estática y definitiva, para siempre. Por eso, la Historia como disciplina del saber, ha de estar siempre abierta a que las verdades o hechos históricos cambian en la medida que va cambiando nuestra mirada sobre ellos. 

Esto último no quiere decir que lo que un día fuera verdad ahora no lo sea porque lo veamos de forma diferente. Nuestra mirada, con la distancia, puede ir adquiriendo nuevos matices y ver un hecho histórico relacionado con la constelación de hechos que lo posibilitaron y las irradiaciones que ha desencadenado posteriormente. Esto sólo se consigue con el tiempo y haciendo un ejercicio constante de contrastarlo con la realidad que vayamos encontrando, no con los ideales que se fijan y ocultan con su estaticidad la complejidad de dicho hecho histórico.

Concluyo con una frase de la película La sociedad de la nieve: “… regresar al pasado sabiendo que es lo que más cambia…”. Cambia, porque también vamos cambiando nosotros y nosotras a medida que conocemos mejor nuestro bien y ahondamos en nuestras verdades.

Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *