De las ruinas del templo al nacimiento de Jesús

Comentario al Evangelio de Lucas 21, 5-19

El pasaje que se nos propone contemplar este domingo está precedido de aquel momento en que Jesús elogia a la viuda que da limosna de lo poco que tiene, a diferencia de los ricos que echan lo que les sobra. Con esto queda de manifiesto cómo se construye ese Templo símbolo del poder: con las sobras de los ricos, que pueden ser grandes caudales de dinero, y con el esfuerzo de los pobres, que cuantitativamente puede ser poco, pero cualitativamente tiene mucho valor.

Pues, en el pasaje de hoy, Jesús dice de aquel templo lleno de lujos que vendrá un día que será destruido. Podemos imaginar a los discípulos aterrorizados porque preguntan cuándo será eso y cuándo volverá de nuevo Jesús, que ya había anunciado su “partida”. Jesús les predice muchas más señales del fin del mundo e, incluso, persecución y muerte para sus seguidores. No es ingenuo ni les promete un camino fácil ni triunfalista. Al contrario, sabe que su propuesta es muy diferente a ese tipo de “salvación” que esperan quienes confían en el poder del Templo. 

Esa destrucción del templo será, mas que una catástrofe, un momento de liberación. Toda aquella apariencia se vendrá abajo para dejar a la vista, no un templo hecho de las sobras de los poderosos, sino una casa hecha con el amor de los frágiles. El templo idealizado dará paso a un hogar real. Esto también nos propone un cambio sustancial en nuestra relación con Dios: del cumplimiento y el legalismo, al trato genuino y basado en la gratuidad, no en la conveniencia.

Dentro de este pasaje evangélico también destaca la recomendación de Jesús: cuando tengan la oportunidad de dar testimonio, responded con el corazón, no con ideas preconcebidas. Importante: la verdad está en el corazón, en el interior de cada persona que es donde mora Dios. Desde ahí y, viviendo con perseverancia en el amor que el corazón nos dicta, es como cualquier catástrofe externa no puede hacer nada con lo que realmente vale: el vínculo entre las personas y con Dios. 

Y, si vamos un poco más allá, Jesús nos propone que no nos quedemos con una idealización de Él. Ese templo que se destruirá es también como las expectativas puestas en un mesías que salvará a su pueblo, utilizando el poder para someter. En realidad, no hay que esperar una segunda venida. Dios está viniendo todo el tiempo a nuestras vidas y dependerá de la apertura de corazón que tengamos, el que podamos reconocerlo. 

Estamos a pocas semanas del Adviento y la Navidad. Hay muchas pinturas que representan el nacimiento de Jesús con el fondo de unas ruinas. Pues, dejando atrás la ruina de lo que no vale, es como podemos abrirnos a la novedad del mensaje de Jesús.

Javier Bustamante Enriquez

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