175. Qué hace Dios desde toda la eternidad
¿Qué hizo Dios antes del tiempo en su trono eterno?
Se amó él mismo y engendró a su Hijo. *
Amarse uno a sí mismo, engendra la consciencia de que Jesús existe. Previo a reconocer a Jesús en nuestra vida está el amarnos, podría sugerirnos el texto de Angelus Silesius.
Amarse a sí mismo es una egofilia, que no es lo mismo que una egolatría. Cuando uno se idolatra, deja de ver la fragilidad que uno es. Cuando uno se ama, se ama tal y como es. Por eso, amarse, abre la posibilidad de amar a los demás. Y esos demás se sintetizan en Jesús. Todos reunidos son Jesús, porque en todos mora Dios.
Antes del tiempo está el amor. Antes de la cantidad está la cualidad. Para que podamos nacer a esta vida, es necesario que otros se hayan amado y, así, uno poder ser amado y sentirse amado. (Quizás nuestro padre y madre no se hayan amado en el momento de nuestra concepción, pero se habrán amado de alguna manera en su vida juntos. Quizás ellos nunca se habrán amado, pero sus antepasados, sí, y el amor va traspasando).
No sólo se trata de nacer físicamente en un parto, sino de nacer en una comunidad de amor. Cuando nacemos comienza nuestro tiempo. Pero previo a este comienzo se opera el amor. Es así como podemos tener numerosos nacimientos durante nuestra existencia. Cuando se dan condiciones de amor que cruzan nuestra biografía, se pueden operar nuevos nacimientos. El amor nos abre nuevas posibilidades de reconocernos y de descubrir a Jesús en nuestra vida. A las otras personas en nuestra vida.
Angelus sitúa a Dios en un trono eterno. Es una imagen, claro está. Dios no está sentado por siempre o para siempre, viendo pasar la vida. El trono es símbolo de soberanía o realeza. Pero también se asocia a la sede, al sitio, al lugar. Angelus nos quiere hacer sentir que Dios está en su sede eterna, está situado en la eternidad, como un rey. Aunque esta imagen de rey o soberano, ahora en nuestros días, podemos dejarla atrás y sólo sentir que Dios, es desde siempre, que su naturaleza es la propia eternidad. Tal es su sede o lugar. O mejor dicho: su todos-los-lugares, incluso su no-lugar.
Lo que nunca sabremos es si, con el engendramiento de Jesús nació el tiempo o si Jesús también es previo al tiempo. Jesús, en su naturaleza divina, también es eterno. Es eterno y es tiempo. De hecho, humanamente lo llamamos Jesús, lo designamos con un nombre judío, porque su encarnación humana fue dentro de la cultura judía. Pero Dios lo llama simplemente Hijo. Al menos así nos lo hacen saber los escritos evangélicos.
Al llamar Jesús al Hijo de Dios, lo humanamos, lo hacemos accesible a nuestra percepción y comprensión. Lo situamos dentro de las dimensiones espaciales y temporales de lo humano.
Antes del tiempo: Dios
y Dios se amó y se tradujo en
una relación Padre-Hijo
Dios siempre se ha amado,
siempre ha sido un Padre amando a un Hijo
tener un Hijo es amarse:
es relacionarse con un tú
que ha nacido de un yo
amándose, Dios se convirtió en Padre.
Hoy se hace necesario ir más allá de esta nomenclatura Padre-Hijo, esta relación paterno filial o materno filial, que es meramente de las creaturas y que muchas veces marca jerarquías. Para acercarnos a Dios de otra manera, es necesario sentir que Amor engendra Amor. A quien solemos llamar Padre es Amor eterno. Y el Hijo, Jesús, es también Amor eterno. Esto invita a ver con nuevos ojos el Amic e Amat de Ramon Llull, ¿quizás allí haya trazos de este amor no jerárquico?
Las palabras son tan inermes para poder decir y nombrar el sentir de lo que pudiera ser Dios, tanto Padre como Hijo, tanto eternidad como temporalidad, tanto abstracción como encarnación en Jesús.
Jesús es una clave, una contraseña, una llave para salir-entrar en la eternidad. Sentir que ese Amor proviene de un Amor que se ama y amándose engendra más Amor. Y que este Amor es previo al tiempo. Sea lo que fuere eso que llamamos tiempo.
En la eternidad
el Amor engendra Amor
Jesús encarna tal dinamismo
–lo verbaliza–
para que podamos palparlo
y sentirnos engendrados
sentirnos un tú
para quien dice Yo soy.
Es así como, cuando uno está a solas y en silencio, en presencia de Dios, ese amor que se da uno es una relación que se traduce en un yo hacia ti. Esta relación es Jesús: Amor engendrado por el Amor. Al salir de ese estado de soledad y silencio y estar en compañía, ese Jesús, esa relación divina, se encarna. Cuando dos o más personas se aman… ahí está Dios.
Javier Bustamante
*Johannes Angelus Silesius. El peregrino querubínico. Rimas y máximas espirituales que llevan a la contemplación de Dios