“Deterioro” es el título de la historia 17 del libro 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial(Edimurtra: Barcelona, 1985). Seguimos tomando como referencia este texto para nuestra sección de Historia. Su autor, Alfredo Rubio de Castarlenas, reúne tres historias personales en este capítulo para mostrarnos didácticamente tres enfermedades del ser. Alfredo Rubio (Barcelona, 1919-1996) fue médico y formador de personas, de ahí que dedicara buena parte de su vida a desarrollar una corriente de pensamiento y un estilo de vida a la que llamó “realismo existencial”.
Volviendo a nuestras historias, Renato vive o padece el orgullo, Victorio, la vanidad, y Olegario, la ambición. Estas tres “enfermedades del ser” podemos atravesarlas todas las personas, en diferente medida, a lo largo de nuestras vidas. Según la exposición de las historias clínicas que hace el Dr. Rubio, el orgullo hace que la persona, satisfecha de sí misma, desprecie y margine a quienes no son como ella, fabricando un mundo donde sean siempre los mejores, hasta quedarse finalmente solos. Lo que el orgullo realmente esconde es un complejo de inferioridad óntica, existencial. Nadie está a mi nivel o no quiero que nadie esté a mi nivel, por lo tanto, hago lo posible por anular a todos a mi alrededor para no tener competencia. No valoro la diferencia ni lo que los demás me puedan aportar.
La vanidad, a diferencia del orgullo, hace que aparentemos ser quienes no somos para conseguir aceptación. Este traje invisible, como el del rey del cuento, muchas veces sólo lo vemos nosotros porque quienes nos conocen saben realmente cómo somos. La vanidad nos hace superfluos. Como el orgullo, esconde una insatisfacción de la propia existencia. No me quiero como soy y actúo como quisiera que me vieran los demás.
Por último, la ambición es muy reconocible. Siempre queremos ser más, tener más, influir más. Esto nos da una posición de supremacía sobre las personas que nos rodean y una sensación de poder y control. De nuevo, como las otras enfermedades, produce aislamiento y una deformación de la percepción de la realidad.
Pero, trasladado a una lectura de la Historia, ¿qué nos aporta reconocer las enfermedades del ser? Mucho. Lo que llamamos enfermedades son desequilibrios del sistema vital, incapacidad para relacionarnos armónicamente con el entorno, infelicidad y miedo a ser como somos. Esto no sólo se vive de manera personal, sino que también se expresa de manera grupal, colectiva y puede llegar hasta el imaginario nacional. La Historia está llena de ejemplos de enfermedades ónticas.
El etnocentrismo es un caso muy concreto. Desde la antigüedad ha habido naciones que se han sentido con el derecho de conquistar a otros pueblos justificando supremacía para explotar sus recursos naturales, ocupar sus territorios y utilizar a sus habitantes como herramientas de producción. Y no sólo en el campo político o económico, sino en el ideológico también, argumentando que su cultura, su religión y sus principios morales, tienen mayor validez que los de la cultura sometida y le hacen un bien “domesticándola”.
Orgullo, vanidad y ambición han movido a muchos grupos humanos durante la historia de la humanidad para sacar partido de otros o del medio natural. Tampoco hace falta salir del territorio, este etnocentrismo se traduce también en clasismo. Las “diferencias de clase o de origen” se transforman en desigualdad.
Todo este deterioro social tiene raíz en la falta de aceptación de la identidad propia y de la ajena, hablando de grupos sociales o naciones. Falta de aceptación que se traduce en falta de respeto y falta de estima. Como nación puedo querer desconocer que también hay “fallos” en mi historia y que no soy el mejor en todo y traslado este sentimiento de inferioridad hacia otros grupos humanos o naciones. Los otros pueblos o grupos sociales están mal, no el mío. Y yo, que soy mejor, tengo el derecho de someter a los otros por su bien (y el mío).
Una revisión histórica de nuestra identidad como pueblos nos puede ayudar a ser humildes, a poner los pies en la tierra, para reconocer quiénes somos, cómo somos y qué podemos aportar al conjunto del planeta para sanar heridas del pasado y construir relaciones más igualitarias y pacificadoras.
Javier Bustamante Enriquez