javier bustamante
la murtra, 2011
.
De nada
también se llena el cuenco.
Sacia.
No vuelven las hojas al árbol
(la misma palabra
cada vez es otra).
¿Hay mayor ceguera
que ver sin sentir?
Gran desnudez
encontrarse solo.
Ser para dejar de ser:
el fuego y su pasión.
La noche sosegada.
Las cosas del espíritu
se asemejan a la hierba:
hacia adentro y hacia afuera crecen.
La oración
tiñe de alma el aliento.
Se acerca la vigilia.
Cada vez menos
de aquello
que creía ser.
Pronto
la frondosidad será vacío,
lugar donde la luz anide.
No más:
llegó la noche.
De nuevo, llorando
por otro amanecer.
Una pausa en el olvido
que dure una estación:
flores nuevas cubren el recuerdo.
Triste,
como la caída de una hoja
sobre el cemento.
Recojo el alma
enmedio del silencio.
La respiración se entona.
Sin nada, sin nadie
sin mí.
Desposeído: me encuentro.
¡Qué calor
esa palabra!
Desnudo al corazón.
Con la lluvia
llegué a Dios:
todo resuena.
Vivir lo justo.
La mirada se ha encontrado
con el azul del cielo.
Del ombligo al alma
se tensa un hilo invisible.
Una línea de rocío se mece.
No hay tiempo antiguo
para la hierba que brota.
Me tiendo a germinar.
Una mirada
-sola-
llena, tanto como vacía.
El alma
retorna a la piel:
germina sensiblemente.
Subo a los ojos
para oler la lluvia.
La mirada queda perfumada.
El pulmón, huérfano
de aire,
nuevamente mendiga.
Suspendo los pies,
pájaro por un instante.
El alma extendida,
la mano también
(nada, que lo es todo).
Se escucha llover:
sentimiento que el cielo
retenía.
No es voluntad
de las hojas,
sino del viento.
Caminar por donde
las huellas se borran.
Errar humildemente.
La gota sobre la planta
resbala o se evapora.
Contemplo niño.
A la sombra de la murtra,
¡qué silencio!
Horas de viento
inundan el valle.
El tiempo flota.
La nube,
clave de bóveda.
Silencio en las pupilas.
Contemplaba que el tiempo…
Una nube
enjuagó la sombra.
El vientre sangra
la historia enmudecida.
Con fuerza cantan los pájaros.
Las campanas tañen.
El huerto empapado
florece sonoro.
Sentado en el silencio
toda sensación narra.
Ola impermanente.
Un nombre que
ya no nombra.
La semilla ya germina.
Descalzo
el cuerpo entero,
ya no hiere la tierra.
Consciencia del hambre:
intimidad con el vacío.
(Miro sonriente las manos).